Ella estaba contenta de volver casi cada año a su ciudad natal. Descansaba en una tumbona, tomando el sol en la playa de su infancia, donde había corrido y jugado con sus hermanos cuando era pequeña. Con los ojos cerrados respiraba el aire que le traía olores muy conocidos , a mar y sal , mientras la brisa le acariciaba la cara, sus pies jugueteaba con la fina arena y escuchaba el suave murmullo de las olas .
Abrió un momento los ojos y vio a lo lejos, el faro, que habitaba dentro del castillo , que muchos años atrás había sido fortificación de la costa y que todavía iluminaba, por las noches , a los pequeños barcos que pescaban a su alrededor. El viejo camino empedrado que llegaba hasta él, estaba lleno de gente que paseaba y podían ver al otro lado el inmenso mar. Mentalmente recorría el camino que la llevba a casa de su abuela Maria, que estaba muy cerca, donde ella había nacido. En otro barrio muy cercano , había vivido la abuela Antònia y en la misma calle , todavía existía la pequeña iglesia y el colegio , donde fue cuando tenía cuatro año. Se le escapaba una sonrisa recordando el miedo que tenía cuando, su madre, la obligaba a bañarse en el mar.
–Ven!, jugaremos en la orilla, es muy divertido!!-.
Pero siempre terminaba llorando, cuando la sumergía en el agua, tapándole la boca, porque estaba convencida de que le abriría el apetito. Los domingos , iban toda la familia y llevaban la comida ,ese era el momento en que podía reunirse con sus tíos y primos y disfrutar de todo el día de juegos y risas.Andaban por las rocas con cuidado de no resbalar, buscando pequeños moluscos y cangrejos, haciendo castillos de arenas que después las olas los derribaban.
Después de pasar un buen rato en la playa, decidió marchar y andar por el paseo marítimo viendo que había mucha gente pescando a la caída de la tarde.
Cruzó la carretera y se perdió entre las calles que la alejaban del mar, con la satisfacción de haber pasado una tarde placentera y relajante .
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